Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100378
Legislatura: 1894-1895
Sesión: 18 de Diciembre de 1894
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica
Número y páginas del Diario de Sesiones: 28, 542-543
Tema: Discurso sobre crisis ministerial producida por la dimisión del Sr. Ministro de Hacienda D. Amós Salvador

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Pido la palabra.

El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): El Sr. Elduayen ha empezado por decir que no sabía todavía si había material para una interpelación en el Senado, y luego, no sólo cree que hay materia para esa interpelación, sino que estima que puede haberla para dos interpelaciones a la vez, una en el Congreso y otra en esta Cámara.

Enhorabuena, yo no tengo inconveniente en que las dos interpelaciones se hagan a la vez; el inconveniente ha de estar en que los Sres. Diputados o Senadores exijan que al mismo tiempo esté yo en esta Cámara y en el Congreso, porque como ésta es una interpelación que ha de versar, sobre todo, acerca de mi conducta, acerca de la conducta del Presidente del Consejo de Ministros en la última crisis, claro está que no puedo contestar a la vez a la interpelación que se me haga aquí y a la que se formule en el Congreso.

Fuera de esto, repito, no tengo inconveniente ninguno en que se explane una interpelación en el Senado y al mismo tiempo otra en el Congreso.

Por lo demás, S. S. no me ha hecho la debida justicia. Yo, que no quiero tener preferencia por ninguno de los dos Cuerpos Colegisladores, y al fin y al cabo la constitución atribuye a ambos los mismos derechos y consideraciones, he tenido un grandísimo cuidado en que, ya que di cuenta de la anterior crisis en el Congreso antes que en el Senado, venir a dar cuenta a esta Cámara de la reciente crisis e ir después al Congreso a hacer lo propio. Ahora, claro está que como el Senado me anunció una interpelación sobre la penúltima crisis y no se pudo explanar, porque habiendo dado cuenta primero al Congreso, me había allí comprometido a desenvolver y contestar la interpelación que en aquella Cámara se formulase, el Senado tuvo la consideración, no digo a mí, pero sí al otro Cuerpo Colegislador, de no explanar la interpelación mientras no concluyese la que se había anunciado en el Congreso.

Yo he estado constantemente en el Congreso mientras ha durado aquella interpelación, y apenas tuvo término, vine al Senado a ponerme a las órdenes de las oposiciones, diciendo: ?Aquí estoy, ha concluido la interpelación en el Congreso y vengo a ponerme a disposición de los Sres. Senadores para que explanen su interpelación.? De modo que yo no he tenido culpa ninguna de que en esta Cámara no se haya desenvuelto dicha interpelación, porque, después de todo, aquí he estado a disposición de los Sres. Senadores.

Ahora digo yo: si el Senado, que todavía no ha tenido tiempo de explanar aquella interpelación por consideraciones al Congreso, quiere explanar una referente a esta última crisis, tiene perfecto derecho a ello, y precisamente por respeto a todos esos derechos de esta Cámara es por lo que ha venido aquí el Gobierno antes que al Congreso, pero si por conveniencias de las oposiciones se cree que la interpelación se debe explanar en el Congreso, allá se entiendan las oposiciones, porque al Gobierno lo mismo le da que se formule aquí que en la otra Cámara. Es más; al Gobierno le parecería mejor que se explanase la interpelación en el Congreso, porque allí es donde se promovió la crisis; a aquella Cámara pertenecen, así el Ministro de Hacienda entrante como el saliente, y porque en el Congreso está esa mayoría que el Sr. Elduayen duda esté al lado del Gobierno, pero puede S. S. estar seguro de que si el Gobierno tuviera la más pequeña duda sobre este particular, no se sentaría en este banco (El Sr. Conde de Esteban Collantes se sonríe y pronuncia palabras que no se perciben.) No se ría el Sr. Senador, porque tengo la evidencia de ello. (El Sr. Conde de Esteban Collantes: El país tiene la contraria.) El país se equivoca, o más propiamente hablando, el país seguramente tiene la opinión que yo digo; lo que hay es que S. S. es el que se halla equivocado. (El Sr. Conde de Esteban Collantes: Ya lo veremos.) Siempre se está diciendo que no tenemos mayoría ni en el Congreso ni en el Senado; siempre estoy yo retando a las oposiciones para que vengan actos con los cuales se demuestre, y esos actos no se atreven a venir; pero cuando vie- [542] nen, naturalmente, resulta que tenemos mayoría en esta Cámara, y en el Congreso muchísima más que aquí. (El Sr. Conde de Esteban Collantes: Es difícil oír eso sin reírse.-El Sr. Ministro de la Gobernación: Los votos lo dirán.-El Sr. Conde de Esteban Collantes: Nadie ha puesto más en ridículo esos votos que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros que habla de ellos.) Yo no tengo nada que ver con esas interrupciones. (El Sr. Conde de Esteban Collantes: Es cierto; yo respondía a una interrupción del Sr. Ministro de la Gobernación.- El Sr. Ministro de la Gobernación: Y yo contestaba a otra de S. S.- El Sr. Conde de Esteban Collantes: Es verdad.)

Por consiguiente, puede el Sr. Elduayen hacer lo que quiera; anuncié su interpelación, que, como digo, me tiene a sus órdenes. Ahora, si S. S. quiere que conteste a lo que ha dicho, sin perjuicio de que se levante a rectificar lo que tenga por conveniente, yo le diré que no ha habido modestia ni falta de consideración al presentar al nuevo Sr. Ministro de Hacienda, porque he dicho que no he querido faltar a los precedentes, y los precedentes abonan todos la conducta que yo he tenido. He dicho que no ha habido nunca presentación cuando se trata de la sustitución de un Ministro por otro. Hasta tal punto es esto cierto, que, si no recuerdo mal, el jefe del partido conservador, ni siquiera asistió a la sesión en que se presentaba, me parece, el Sr. Fernández Villaverde, que había sustituido precisamente a S. S.; repito que tan no creyó necesaria la presentación, que ni siquiera se presentó él en el Congreso y fue necesario que a una pregunta del Sr. Capdepón fuera el Sr. Cánovas a decirle que de esas crisis personales, que no tienen carácter ninguno político, que consisten en la sustitución de un Ministro por otro, no debía surgir debate alguno ni daban lugar a presentación de ninguna especie. Pero esto no obsta para que yo dé a S. S. todas las explicaciones que desee.

Pues bien; yo he seguido en esto la doctrina del Sr. Cánovas del Castillo, que S. S. no puede rechazar, y por eso no he hecho la presentación del señor Ministro de Hacienda ni he dicho nada de los merecimientos que le han traído a este puesto (que otros semejantes ha ocupado en otras ocasiones), porque son tan notorios, que cuanto yo pudiera decir sería inferior a la realidad. Por lo demás, si S. S. se conforma con que yo lo presente, tengo desde ahora el honor de presentarlo a la consideración del Senado.

Respecto de las causas que motivaron la crisis, yo no me he de detener en esto, porque son tan conocidas, que sería inútil molestar al Senado con la exposición de ellas.

Se ha hecho la crisis tan a la luz del día ante el Congreso, que no necesita explicaciones. Yo creo que el Senado sabe acerca de ellas lo mismo que yo, y el Congreso las conoce aún mejor que yo, porque precisamente en dicha Cámara se inició la crisis en ocasión que yo no estaba allí. De modo que fue necesario que el Congreso me enterara de las causas de la crisis. ¿He de molestar a los Sres. Senadores exponiéndoles estas causas? Las conocen de sobra, toda vez que el anterior Ministro de Hacienda insistió en su dimisión de una manera irrevocable, y tuve necesidad de elevarla a manos de S. M. la Reina; S. M. se dignó aceptarla y nombrar en su lugar al Sr. Canalejas.

Esto es lo que hay de la crisis: ni más ni menos. Su señoría puede pedir todas las explicaciones que quiera, que yo estoy dispuesto a dárselas, deseando que le satisfagan por completo, para evitar la interpelación, si cree que debe evitarse o para no evitarla, si cree que debe insistir en ella.  



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